A veces, en nuestras calles, encontramos paredes en las que de modo inesperado hay una información que parece fuera de lugar. Suelen ser piedras procedentes de anteriores usos y que, ubicadas de nuevo, pierden todo el significado que pudieron tener en el original. Estas señales tienen su encanto, en el que también forma parte su procedencia desconocida, pues ese desconocimiento nos permite soñar.
Porque, para mi modo de ver, el origen incierto de las piezas que vemos, se une a las piezas mismas para rodearlas de ese halo que aporta lo interesante, pero desconocido y real. Cuando conocemos el origen, cuando todo está datado y explicado, las obras se sitúan dentro de lo real, lo tangible y, por tanto, pierden la magia que las revestía, acompañándolas.
Eso me ocurrió con una casa situada en la Rúa Catedral, ya muy cerca de la Plaza do Campo. En su primer piso luce una hermosa placa labrada, con escudo rodeado de leyenda. Siempre pensé que se trataba de algo de abolengo, pero estudios muy recientes (de los que se hizo eco El Progreso) han informado que se trata de una lauda sepulcral trasladada a la fachada sin más finalidad que la ornamental. Como siempre, los datos científicos eliminaron las sombras misteriosas y mágicas.
Otras señales que se me aclararon son las que vemos en la calle de los Clérigos. Subiendo a la izquierda, vamos flanqueando el muro exterior de la catedral. Antes de torcer hacia la Plaza de Santa María, en la pared del templo aparecen bloques con curvas esculpidas. Son muchos los bloques y parecen situados sin ningún orden predeterminado, más bien como aportando solidez, pues son de granito. Pronto supe el origen de tales piedras.
Proceden del antiguo claustro, el que hubo que derribar para construir el actual. En realidad, podemos apreciar que esta parte del muro corresponde el claustro interior. Las piedras, como suele ocurrir en casos similares, fueron vueltas a utilizar casi en el mismo lugar en el que estaban, pero ahora con otra finalidad. Otro origen dilucidado y otro misterio desaparecido.
En la calle de la Cruz, a unos dos metros de altura, vemos el resto de un escudo heráldico con algo más de un cuartel completo. Por una parte, en lo que queda de uno de los dos, podemos apreciar lo que bien podrían ser hojas de higuera, correspondiente a apellidos tipo Figueiras o Figueroa. El cuartel completo presenta un ajedrezado, que algunos relacionan con los Saavedra. Tal vez los de Miraz, los que tuvieron casa en el hoy conocido como Portón do Recanto.
He indagado entre conocedores de nuestra historia, pero no he obtenido más datos que los que traigo aquí. El misterio, ahora sí, se cierne sobre este bloque que, seguro, fue esculpido para mayor protagonismo y ha quedado reducido a servir de sostén en una casa. Cierto que es un edificio perteneciente al Camino Primitivo a Compostela y, por tanto, Patrimonio de la Humanidad.
Otro relieve que suscita mis preguntas está en la puerta de la iglesia de San Pedro, a su derecha y a media altura. El relieve es antiguo, pues forma parte de la decoración de la puerta, datada entre los siglos XIV y XV. El relieve está formado por tres partes bien diferenciadas y dispuestas en vertical. Cada una de las partes está situada en un bloque diferente, si bien todas ellas poseen en su parte exterior las puntas de diamante propias del arte gótico mientras que en su parte interna adopta la ornamentación de moldura propia de la puerta de acceso a la iglesia. El relieve superior, tal vez el más misterioso, representa la lucha entre un guerrero y un dragón.
El guerrero está sobre un monstruo con cola de serpiente. El relieve central representa una hoja de un árbol, tal vez un Carballo debido a la disposición de nervios y el borde. En tercer relieve representa una estrella, aunque también podría decir un copo de nieve. En el fondo, un objeto con simetría radial. Aportaciones callejeras lucenses para un paseo viendo y descifrando incógnitas que nos han dejado nuestros antepasados. Algunos retos ya han sido solucionados, otros están a la espera de solución.