Las envolventes metálicas son habituales en muchos de los edificios que definen la arquitectura contemporánea. Su presencia en la historia de la construcción reciente habría sido imposible sin una evolución en paralelo de la industria de los recubrimientos metálicos, imprescindibles para garantizar su protección y evitar su deterioro. La arquitecta Isabel Bravo recurre a cuatro ejemplos en los que las superficies metálicas constituyen opciones eficaces, duraderas y expresivas gracias a la mejora de las prestaciones que ofrecen las nuevas pinturas en polvo.
Desde que en las primeras décadas del siglo pasado fueran introducidos por el Movimiento Moderno como parte de la envolvente exterior del edificio, los elementos metálicos en cualquiera de sus múltiples formas de configuración han sido cada vez más habituales como revestimiento de fachadas.
Emblemas de modernidad y expresión de la tecnificación del proceso arquitectónico, las mallas deployé o desplegadas, los paneles perforados, los perfiles, rejillas y láminas onduladas han saltado de las obras de ingeniería y del ámbito de la edificación industrial al campo de la construcción arquitectónica, ganando presencia, progresivamente, en edificios singulares –tanto de oficinas como en grandes equipamientos– y también, aunque todavía en menor grado, en la arquitectura residencial.
Centro Pompidou, París. Arquitectos: Richard Rogers y Renzo Piano, 1977, uno de los máximos exponentes de la utilización del lenguaje industrial en la arquitectura del siglo XX. Fotografía: Beaubourg Street, Peris. De Mbzt - Trabajo propio, a través de wikipedia CC BY-SA 3.0
Hoy, metales como aluminio, zinc, cobre, acero inoxidable, latón o titanio, tras someterse a los procesos de fabricación y tratamientos adecuados para su uso en exterior (véase el artículo: "Revestimientos metálicos en fachadas y cubiertas" de Jaume Avellaneda), se presentan como soluciones frecuentes por su idoneidad, no solo por razones funcionales, como su elevada resistencia a la intemperie, su ligereza o un razonable coste económico, sino también por motivaciones estéticas. Y es que la variedad de formas y tamaños de las piezas, así como de sus modos de sujeción o los múltiples acabados cromáticos y texturas disponibles son, junto a las numerosas opciones para componer y personalizar las fachadas, características que dan al arquitecto una elevada versatilidad y libertad para lograr en el edificio construido la respuesta expresiva, fiel y coherente con su idea original de proyecto.
Esta presencia de elementos metálicos en la historia de la construcción arquitectónica reciente habría sido imposible sin una evolución en paralelo de la industria de los recubrimientos metálicos, imprescindibles para garantizar su protección y evitar su deterioro.
Y es que el principal riesgo que presenta los metales en cubiertas y fachadas es la corrosión, que ocurre cuando, por la presencia de agua o por humedad elevada en el ambiente, se generan en su superficie zonas con diferente potencial eléctrico, lo que provoca una serie de reacciones electroquímicas que tienden a disgregar la superficie del metal. Por esta razón, y con la excepción de una serie de metales (cobre, zinc o plomo), cuyo proceso de corrosión produce sus propias pátinas protectoras, la puesta en obra de las piezas metálicas no se lleva a cabo con su acabado natural: se hacen necesarios no solo procesos industriales específicos previos (galvanización en caliente, electrozincado, metalización, anodizado, etc.), que varían según el tipo de metal, el uso y las condiciones ambientales del lugar en el que van a estar expuestos, sino también la aplicación de pinturas especiales para metales como capa final de acabado y protección.
La pintura tradicional se basa en una composición líquida pigmentada que, tras ser aplicada en capa fina y posterior secado, se transforma en una película sólida y opaca. Esta solución dejó de ser la única opción del mercado a partir de los años sesenta del pasado siglo, cuando se comenzó a comercializar la pintura en polvo, también conocida como pintura electrostática, o pintura termoendurecible, o vulgarmente, pintura al horno.
Frente a la pintura tradicional, los recubrimientos en polvo están exentos de solventes, se presentan en forma de sólido finamente molturado y deben su nombre al hecho de que es necesario cargar eléctricamente las partículas de pintura para que se adhieran correctamente a la pieza metálica. El polvo está constituido por resinas, pigmentos cargas y aditivos, que, tras ser aplicados sobre la pieza con pistola, deben ser sometidos a temperatura en hornos industriales para que las partículas reaccionen químicamente y den lugar a un acabado más resistente a productos y ambientes agresivos, además de superficies más uniformes y con menos imperfecciones.
El proceso Bonding System de Adapta Color evita que las partículas metálicas de la pintura en polvo se separen del resto de las partículas como sucede al aplicarse la pintura electroéstaticamente. En la imagen se aprecian las partículas azules (azules) adheridas a las partículas de polvo.
Pero más allá de esta indudable mejora de las cualidades técnicas de las superficies metálicas, los recubrimientos en polvo permiten una gran diversidad de efectos de color y de textura finales, como se pone de manifiesto en los cuatro proyectos que aquí presentamos, en los que se han utilizado los recubrimientos en polvo en los que centra su actividad desde hace más de veinticinco años la empresa Adapta, una firma española con una destacada proyección internacional. Su catálogo es el ejemplo de la evolución de un sector que hoy puede ofrecer, por una parte, soluciones de elevada calidad técnica1; por otra, procesos de producción basados en la seguridad de las personas y el medio ambiente2, y en tercer lugar, un repertorio versátil en colores, texturas y efectos para responder a las necesidades formales y estéticas de los acabados de todo tipo de proyectos3.
Casa-Fábrica Natura Bissé. Arquitectos: Juan Trias de Bes, Marta Pascual, Carlos Garcia / TdB Architects. Fotógrafo: Alejo Bagué
Así, en la sede de la empresa Natura Bissé, un proyecto del estudio TdB Architects en la periferia de Barcelona, el recubrimiento de polvo blanco mate, RM-9010, de Adapta es, más allá de su papel técnico de protección de la superficie metálica, un elemento sustancial para que la envolvente de malla de aluminio expandido pueda ofrecerse como “la versión industrializada de la persiana mediterránea tradicional”, en palabras de Juan Trías de Bes.
Casa-Fábrica Natura Bissé. Arquitectos: Juan Trias de Bes, Marta Pascual, Carlos Garcia / TdB Architects. Fotógrafo: Alejo Bagué.
La nueva ‘Casa-Fábrica’ de esta firma familiar se muestra, con sus volúmenes redondeados y escalonados de un inmaculado color blanco, como la versión mediterránea de un imaginario zigurat al que se le hubiera usurpado su carácter tectónico y masivo para asignarle un nuevo papel: graduar con precisión los rayos solares y hacer posible un interior confortable, con los excesos de luz natural matizados y las vistas del exterior, tanto de las terrazas ajardinadas como del paisaje lejano, seleccionadas cuidadosamente.
Casa-Fábrica Natura Bissé. Arquitectos: Juan Trias de Bes, Marta Pascual, Carlos Garcia / TdB Architects. Fotógrafo: Alejo Bagué.
Protegiendo las fachadas, a cierta distancia de los muros de cerramiento, las celosías metálicas, de alta resistencia y elevada ligereza, filtran la luz y proporcionan zonas intermedias de sombra y transición entre exterior e interior. Además de enriquecer la cualidad de los espacios, estos parasoles, como velas ligeras y rígidas que reflejan los rayos del sol, mejoran de forma pasiva y razonable desde el punto de vista económico las condiciones de confort térmico interior.
Casa-Fábrica Natura Bissé. Arquitectos: Juan Trias de Bes, Marta Pascual, Carlos Garcia / TdB Architects. Fotógrafo: Alejo Bagué.
Las sombras arrojadas de la propia piel de malla sobre los paramentos son elementos compositivos que generan un efecto variable en la fisonomía de la fachada a lo largo del día, señalando el juego vibrante entre el blanco resplandeciente de las celosías y su sombra.
Museo MUHBA Oliva Artés en Barcelona. BAAS Arquitectura. Fotografía: Adrià Goula.
Tres tonalidades de dorado sobre chapas de acero galvanizado protagonizan la transformación realizada por BAAS Arquitectura (Jordi Badía, con Jero Gutiérrez y Victoria Llinares como jefes de proyecto) de una nave industrial de 1920 situada en la capital catalana, en el Museo de Historia de Barcelona Oliva Artés. La construcción, que se encontraba en estado ruinoso, estuvo a punto de ser derribada en 2008 debido a la inminente construcción del Parque Central del Poblenou. Finalmente se convocó un concurso para recuperar la edificación y darle una nueva vida como espacio expositivo.
Museo MUHBA Oliva Artés en Barcelona. BAAS Arquitectura. Fotografía: Adrià Goula.
La intervención consistió en, por una parte, recuperar en el interior la limpia estructura original de tres naves, rescatando la fábrica de ladrillo existente, y por otra, en añadir, a modo de apliques exquisitos de acabado dorado, los elementos mínimos necesarios para su funcionamiento: una escalera helicoidal; un nuevo porche que permitiera al museo abrirse sin reservas al parque; un ascensor – que, en palabras de los arquitectos, “recuerda a la chimenea que nunca tuvo la fábrica”– y una de las pasarelas.
Museo MUHBA Oliva Artés en Barcelona. BAAS Arquitectura. Fotografía: Adrià Goula.
Realizados en chapa de acero galvanizado, las superficies de esos elementos han sido recubiertos por pintura de calidad ‘superdurable’ en diversas tonalidades de oro del catálogo de Adapta, con referencias DS-0014 para la escalera, DS-0021 para los elementos exteriores, y DS-0033 para la barandilla.
Museo MUHBA Oliva Artés en Barcelona. BAAS Arquitectura. Fotografía: Adrià Goula.
En medio del limpio espacio de la nave, y a modo de incandescentes gemas de misteriosa luz dorada que remiten poéticamente al esplendor perdido de la antigua fábrica, los nuevos objetos constrastan con la textura fabril y opaca del sobrio ladrillo original.
Edificio de oficinas Tánger 36 en Barcelona. Batlleiroig Arquitectura. Fotografía: © Antonio Navarro Wijkmark.
La búsqueda de una textura y color similar a la cerámica ha sido el motor para que el estudio Batlle i Roig optara por un recubrimiento de Adapta en el edificio de oficinas con doble fachada situado en la calle Tánger de Barcelona, una zona tradicionalmente industrial que en la actualidad se encuentra en un proceso de renovación. Las que fueron antiguas naves van siendo sustituidas por edificios de oficinas, equipamientos y zonas verdes.
Edificio de oficinas Tánger 36 en Barcelona. Batlleiroig Arquitectura. Fotografía: © Antonio Navarro Wijkmark.
El proyecto desarrolla una solución en esquina de gran singularidad (véase análisis de la obra en: Tánger 36, edificio de oficinas con doble fachada de Batlleiroig Arquitectura), ya que propone un enorme atrio exterior de veinticuatro metros de altura que enmarca el acceso al edificio y da lugar a una plaza de acceso. Está constituido por un emparrillado metálico galvanizado perfectamente preparado desde taller para ser montado, a modo de mecano, en obra.
Edificio de oficinas Tánger 36 en Barcelona. Batlleiroig Arquitectura. Fotografía: Bartlleiroig Arquitectura.
La fachada se planteó como una doble piel: un primer cerramiento con recubrimiento cerámico y, por delante, una segunda piel de lamas. Aunque en un primer momento se barajó para esta segunda piel la opción de incoporar baguettes cerámicas, pronto se desechó la idea por la imposibilidad de fabricar piezas tan delgadas y largas (3,70 metros de longitud). Se sugirió la posibilidad de contar con piezas de menor tamaño, pero esta fragmentación habría hecho necesaria la unión entre ellas con perfiles metálicos, lo que complicaba la seguridad de la solución constructiva. Así fue como se optó finalmente por un emparrillado de perfiles de aluminio, que pudieran recubrirse con una pintura que evocara, en su imperfección y variación tonal, la cerámica.
Edificio de oficinas Tánger 36 en Barcelona. Batlleiroig Arquitectura. Fotografía: Bartlleiroig Arquitectura.
Adapta realizó una propuesta específica para el proyecto, ofreciendo una base de pintura en tres tonos de gris (RM-9010, RM-9003 y RM-7038) y una capa final de color marrón y calidad ‘superdurable’ que , al no ser opaca 100% permitía un efecto de variación tonal, con las capas inferiores, semi-visibles. El resultado fue una clara apariencia natural y una textura rugosa similar a la arcilla, lo que favorecía esa similitud con la cerámica (DM-7703) que se perseguía.
Facultad de Ciencias de la Universidad de Hertfordshire en Hatfield, Reino Unido. Sheppard Robson Architects.
A pesar de la sencillez de la geometría ortogonal de su planta y de su volumetría, un escueto prisma rectangular que alberga laboratorios y aulas, el nuevo edificio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Hertfordshire, a pocos kilómetros de Londres, se muestra al exterior con una apariencia vibrante y dinámica de color turquesa.
Facultad de Ciencias de la Universidad de Hertfordshire en Hatfield, Reino Unido. Sheppard Robson Architects.
Detalle de recubrimiento Turquoise Copper.
Con excepción del muro norte, el exterior está recorrido por una segunda piel metálica en tres de sus cinco plantas. Se trata de módulos rectangulares de chapa de aluminio perforada recubiertos con pintura en polvo de color turquesa y vetas cobrizas del catálogo de Adapta (Colección Patina, Turquoise Copper).
Facultad de Ciencias de la Universidad de Hertfordshire en Hatfield, Reino Unido. Sheppard Robson Architects.
La condición móvil de las chapas, que pueden orientarse para graduar la luz solar en los distintos espacios interiores, confiere al volumen una apariencia vibrante y dinámica.
No hay duda de que, como muestran los cuatro proyectos presentados, los recubrimientos en una obra arquitectura han de responder en primera instancia a un requisito de orden funcional: proteger de manera eficaz la superficie de los elementos metálicos para garantizar su durabilidad y su buen comportamiento constructivo. Pero más allá de este imprescindible requisito de partida, estos proyectos muestran el papel decisivo que la elección del recubrimiento adecuado, con una mínima cantidad de material, tiene en el orden formal e incluso de confort ambiental. Así, las pinturas en polvo de Adapta han hecho posible, desde convertir una malla de aluminio deployé en la lectura actualizada de una persiana mediterránea tradicional en la sede de Natura Bissé, pasando por provocar una incandescencia evocadora de otros tiempos con el recubrimiento dorado de los nuevos elementos en la reforma del MUHBA Oliva Artés, siguiendo por rememorar la naturalidad artesanal e ‘imperfecta’ de la cerámica en la envolvente exterior del edificio Tánger 36, hasta finalmente dotar de dinamismo y destellos de color turquesa a la chapas perforadas de un sencillo prisma que alberga los laboratorios y aulas de lun edificio docente.
A la luz de estos resultados, tiene sentido recordar otras ventajas de utilizar los recubrimientos en polvo para dar color a los elementos metálicos de las fachadas. Entre las más importantes, frente al uso de otras soluciones tradicionales como la pintura fluida, destacan un mayor aprovechamiento del producto – es necesaria una sola mano– ; la facilidad de no tener que efectuar mezclas y no requerir de instalaciones especiales para el almacenamiento de las pinturas; la facilidad de aplicación, y desde luego, las ventajas ambientales, derivadas de la ausencia de lodos y residuos contaminantes. Por otro lado, desde el punto de vista técnico, se producen superficies más homogéneas por la atracción electrostática, una cobertura de los bordes con mayor calidad y mejores propiedades mecánicas y de resistencia a la abrasión, a la corrosión y a la luz solar.
Fotografía: J. Michael Schwarting, Aluminaire House en el Central Islip Campus de NYIT (New York Institute of Technology).
Es así como, casi un siglo después de las primeras tentativas experimentales en el uso de los metales como elementos de fachada –recordamos la casa Aluminaire del suizo Albert Frey en 1931–, la investigación y el desarrollo de la industria de los recubrimientos concede hoy a los arquitectos la posibilidad de explorar en las fachadas metálicas opciones creativas de la máxima expresividad sin comprometer la seguridad constructiva de sus proyectos.
[1] Adapta dispone de diversas colecciones de recubrimientos, tanto para el diseño arquitectónico como para el diseño industrial. Entre las primeras destacan los productos de la colección Vivendi, basadas en resinas de poliéster saturadas. Han dado excelentes valores de durabilidad en exterior, con muy buena retención de brillo y estabilidad de color. Adapta disponen de un sistema de fabricación (Bonding System) mediante el que la partícula metálica se adhiere a la del polvo para que no se separen durante la aplicación del recubrimiento. De esa manera se evitan irregularidades o falta de uniformidad de los colores.
[2] Adapta utiliza en la fabricación de sus productos endurecedores sin TGIC (calificado como peligroso para la salud) y pigmentos sin plomo. Todos cumplen especificaciones internacionales de calidad (Qualicoat, GSB, AAMA…).
[3] Todos los productos están disponibles en diferentes niveles de brillo y acabados: desde Brillante (RB), Satinado (RS), Mate (RM), Texturado fino (RT), Metálico liso o efecto mica perlada (RX) y texturado metálico o mica perlada (RF). También se ofrecen en una amplia gama de colores de RAL y NCS.
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